Puede ser que fuera en aquella festividad, sí, cuando después de las actuaciones todo el mundo se fue a su casa a disfrutar del día festivo. No hay nada como estar en casa un día de escuela, la casa nunca tiene el mismo sabor. La pandilla, los que allí estuviéramos, más la gente de otras clases, que como nosotros, preferían quemar el resto por ahí, en la mejor compañía que se podía tener en aquellos tiempos: amigos y compañeros, nos hemos quedado en el bar de Pepe, o lo que es lo mismo, el bar del Instituto. Nos hemos traído unas litronas, cuando se podía beber en estos lugares: éramos tratados como semiadultos, y teníamos libertades que con el avance de la sociedad y la "democracia" se han ido perdiendo.
Hemos empezado a hacer juegos de esos del que pierde, bebe: "un limón más medio limón..." con las risas y el alcohol los limones acaban siendo milones y la abuela que tenía nietos, cuantos pues, acababan aburriendo, a pesar de lo divertido que es jugar a estos juegos. Alguien nos ha enseñado un juego nuevo, que tiene una genial canción. Se tiene que jugar sentados en una mesa. Todos en corro, y a la vez que se canta, se van pasando de un compañero a otro cualquier cosa que se tenga a la mano, pero que sea fácil de manejar, un lápiz, un boli..., y lo que acabó siendo el objeto protagonista y colaborador en la banda sonora de aquel juego, aquella mañana y aquel instituto solitario en el que retumbaban los golpes de las llaves sobre la mesa, moviéndose de mano en mano al ritmo que iba marcando la canción. Las había muy listas y se equivocaban a conciencia, para no dejar de beber:
" San Pedro, San Juan, San Lucas, San Miguel,
jugaban a la ronda del chaca chaca chá.
San Pedro como era calvo chaca chá,
le picaban los mosquitos chaca chá.
Y su madre le decía chaca chá
ay Perico ponte el gorro chaca chá".
(Y vuelta a empezar)
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