lunes, 18 de marzo de 2013

Rumbo a la Expo

Dori, este texto para tí, en el día de tu cumpleaños.

El camino era largo, Alcalá - Sevilla, y sin tener muy claro en donde era donde íbamos a acabar parando, pero eso daba igual, era lo que menos importancia tenía, íbamos todos y teníamos las entradas, así que lo demás era solo anecdótico.
Eran las primeras horas de la tarde y el día se mostraba soleado. No podía ser de otro modo, era mediados de agosto. Tras meter todos los cachivaches, que cada uno cargaba para el momento en el coche adjudicado para cada uno, llegó la hora.

Y desde el portal de consolación emprendimos nuestra huida de tres días del pueblo que nos vio nacer.

El coche en el que hago la ida y la vuelta es el de Dori, un Peugeot 205 blanco, aunque una vez allí, lo cambié por otro, blanco también, por motivos que aquí no vienen al caso. El coche era de Dori, pero también era el coche de las niñas, y así lo mimábamos y considerábamos. En él íbamos, Dori, al volante, Nanny, Isa, María y yo, rumbo a la primera salida para la que no necesité mentir en casa, ni siquiera pedir permiso, yo misma me lo adjudiqué. Veintiún años yo, veintidós y veintitrés otros, y mucha,  mucha carretera por delante, y más emoción y expectación aún, escuchando a "toa" pastilla esta canción con las ventanillas abiertas, al más puro estilo Thelma y Louise...


                                                                               

jueves, 14 de marzo de 2013

¡Agua! (I)

Y es que a nosotros siempre nos ha gustado mucho irnos de campo.

A falta de las fotos originales del día, coloco esta otra. 

Daba igual si había donde reunirnos o no. Si había techo bajo el que guarecerse de las inclemencias de Lorenzo, a media tarde en mitad de quién sabe dónde era dónde estábamos. Y es que, cuando el cortijo de Dori dejó de ser lugar seguro donde poder ir, durante un tiempo, estuvimos bastante perdidos. Porque la necesidad imperiosa de salir al campo seguía, pero no sabíamos dónde. Así que emprendíamos la marcha y, parábamos allí donde mejor nos pareciera.

Nos plantamos en mitad de..., del campo. Lo único que puedo recordar es que cerca pasaba un arroyuelo, que no era más que un hilo de agua, siendo las fechas que eran. Algunos álamos cerca que algo daban de sombra, pero bajo ellos solo había hojarasca crujiente y seca por el calor sofocante del verano, por lo que era preferible quedarse un poco más lejos, al menos, nada nos pinchaba si nos sentábamos en el suelo.

Allí pasamos el día, bajo un sol de justicia. Aunque, en esta ocasión, no pudimos apurar hasta el final. Hubo que regresar antes, por riesgo de insolaciones y lipotimias varias.

Ya no queda nada que beber, evidentemente, sólo queda el hielo de la nevera portátil que, poco a poco, ha dejado de ser lo que era, para convertirse en agua a la que ya, nadie, le dará el valor que tiene.

¡Pero hace tanta calor!, que sin avisar, como suelen pasar las mejores situaciones en la vida, todo se convierte en un:

¡¡¡AGUA VAAAAAAAA!!! Y esta agua, en apariencia inservible, se convierte en la mayor bendición al volar de aquí para allá, congelada como estaba, poniéndonos a todos chorreando..., a unos más que a otros, y de eso doy fe.

P.D. Como es que soy la tonta de las fotos, vuelvo a insistir: de ese día y del momentazo en que me echaron el agua a traición por la espalda, hay fotos, porque las he visto yo. Si alguien las encontrara sería...



miércoles, 6 de marzo de 2013

Así somos y así nos queremos


Cuando yo era pequeña quería tener de mayor familia numerosa. 
Me imaginaba siempre en una casa con mucha gente corriendo de aquí para allá, mucho jaleo, todo el mundo hablando a la vez, unos discutiendo, otros haciendo burla, y al fin y al cabo, nadie haciendo caso de nadie. 

Mi vida y circunstancias personales no me han permitido tenerla, (nadie piense que me entristezco por ello) pero, en cambio, la vida me ha permitido y, aún lo hace, vivir dicha escena una y mil veces, de la mano, como no, de mis amigos.

Si hay algo que nos ha caracterizado allá donde hemos ido a parar con nuestros huesos, ha sido eso, el jaleo y la escandalera y, es que no sabemos comportarnos en público, o sí, yo soy de la opinión de que lo que sí sabemos es pasarlo en grande cuando nos reunimos, tanto, que cada vez que quedamos para comer, acabamos preparando una escapada a las tantas de la noche para irnos de juerga a Granada, (si alguien no se raja, claro) y recogiéndonos a las "taitantas" de la madrugada después de hacer coreografías y bailar lo no bailable en la discoteca del pueblo. 



Es la Navidad del año 2012 y hemos quedado para tomar un café en casa de Lales y Ventura.
Después de pasar la tarde, discutiendo y pegándonos voces unos a otros, entre las idas y venidas de los niños que hacían lo propio en su habitación, buscando el arbitraje de, en este caso, Ventura, y entre llantos y  chivateos varios, y mientras la mayor de los niños que goza de unos trece añitos, aproximadamente, nos mira a todos con cara de perplejidad, nos hemos dado cuenta que, como es lo habitual en nosotros, nos ha dado la hora de cenar. 
Hemos decidido que vamos a pedir sandwiches al Bar  El Kalua, los más ricos del mundo. Con papelito en mano, empezamos cada uno a decidir cuál desea para cenar. La indecisión reina por doquier. Cada uno debe escoger el que es de su gusto, al tiempo que los que disfrutan de su paternidad, deben elegir los de su prole:

Como mi hijo no se come el sandwich entero que se lo coma a medias con el tuyo, sí, pero es que el que tú has elegido no le gusta al mío, entonces vamos a buscar uno que le guste a los dos. ¿Y tu hijo? ah no, por el mío no hay problema que se lo come todo...  Entonces van cuatro sevillanos, tres vegetales, un kalua... En total, once, ¿no? ¿Habéis elegido todos? No, yo aún no, que estaba esperando que terminarais todos. Toma elige. Bueno, ¿entonces cuantos van? A ver, eran dos andaluces, tres Kalúas, un vegetal...,  ¿pero os habéis fijado que el kalúa es triple? ¡Ay, es verdad! bueno, da igual, yo sí me lo como. ¡¡¡Pero yo noooooo, que es mucho!!! Dame que busco otro...

Ventura, el pobre, se ha hecho cargo de ir apuntando los sandwiches en un papel, para llamar al bar e ir pidiéndolos. El papel ya está lleno de tachones. 
¿Pero a ver, no somos doce? ¡ Yo tengo apuntados solo diez!  Sí, pero es que como tu hijo y el de Perico no se lo comen entero, se ha pedido solo uno, y mi hermana y yo también nos lo hemos pedido a medias, un triple. Entonces no salen las cuentas..., y vuelta a empezar: dos andaluces, un sevillano, tres Kalúas, un vegetal... en total, once. ¿Estamos ya? Síiiiiiii. Pues venga quién va.


Mi hermana y yo hemos decidido ir a por ellos, y la mayor de los niños se viene con nosotras. Cuando nos montamos en el coche, llevo la cabeza "embotá", y entonces es cuando dándome cuenta de la escena me da por reír. Le contamos a la niña que esos somos y hemos sido siempre nosotros, y recordamos que nos pasamos todo el verano, sentados en la terraza del Copa, planificando el viaje de tres días que íbamos a hacer en agosto a la Expo ´92 de Sevilla, para luego, llegado el momento, irnos a la ventura. 

Llegamos al Bar y al hacer recuento del papelito me doy cuenta de que falta un sandwich. Y vuelta a empezar. Teléfono en mano, llamo a Ventura, para desde el auricular escuchar otra vez el follón, para averiguar cual es el sandwich que falta.