miércoles, 8 de mayo de 2013

El cortijo de Dori Capítulo 2: El cortijo y sus cosas

Cortijo. 1. m. Finca rústica con vivienda y dependencias adecuadas, típica de amplias zonas de la España meridional.  (Definición de la RAE)

Si analizamos el significado de la palabra cortijo, el cortijo de Dori, (si seguimos diciendo la palabra cortijo va a perder su significado durante un buen rato), reúne algunas de las características propias de dicha definición. A saber: 1. finca rústica, sí la cumple, puesto que era un terreno y estaba en el campo. 2. Vivienda, sí, vivienda sí que tenía, aunque sólo llegásemos a ocupar, por breves espacios de tiempo y con un motivo justificado, en concreto a la llegada. 
3. Dependencias adecuadas, por supuesto, eran de lo más adecuado para nosotros y nuestras intenciones cuando íbamos allí. Hablemos de ellas.

El cortijo era básicamente cuatro cosas:

1. Un camino, o un carril, para expresarlo de un modo más de la tierra, con una moto, que mantenía el equilibrio a duras penas, cargada de bolsas. Vista de lejos se diría que eran las mismas bolsas las que dirigían y mantenían el equilibrio propio e inherente a la motocicleta. 

2. Una noguera. Hermoso y magnífico árbol que con sus ramas cargadas de piñas* convertían en sombra y fresco casi toda la explanada previa al edificio, explanada en la que, evidentemente, pasábamos la mayor parte del tiempo. Haciendo paellas, patatas a lo pobre, palomitas y papuecas, tumbados de pelea, tumbados retozando sin más, escalando las ramas del árbol, y en otras ocasiones, cayéndonos de las ramas del árbol. Una noguera que aunque no milenaria, sí con mucha solera, que allí durante mucho tiempo, con aire paternal nos dio su cobijo.


3. Un estanque. El estanque estaba un poco apartado. Había que subir un corto camino, que al sol del verano y recién comidos se triplicaba en longitud, si queríamos subir a darnos un chapuzón en sus límpidas** aguas. 


4. Una foto de un dictador. Nadie sabe cuándo ni por qué, cierto dictador que vivía por estas tierras españolas, le dió por darse un garbeo por estas otras tierras mías, vamos que a qué vendría este señor a Alcalá***. La cuestión es que vino, e hizo su paseillo triunfal, como no, en la Iglesia Mayor del pueblo. El padre de Dori, que le hizo los honores y justo cuando le hacía la reverencia obligada por protocolo, fue inmortalizado con una fotografía que acabó colgada de la pared justo por encima de la puerta de la entrada al cocinón. Aunque nuestro lugar estaba siempre en la calle, a Llado le salían sarpullidos**** sólo de pensar que aquella foto estaba allí, aunque no la estuviésemos viendo. Por lo que nada más llegar, él se perdía en la cocina, estiraba su brazo y giraba aquella foto, que estaba colgada por un cordel, colocando al dictador de cara a la pared.*****



* Piñas. Frutos que en su interior almacenan un fruto, del cual ahora no me acuerdo, pero que estaban al acecho en su lugar en la rama esperando a que cualquier incauto de nosotros se parase justo debajo el tiempo necesario para dejarse caer y pegarte el piñazo correspondiente. 

** El estanque se hallaba en mitad de los olivos. Solitario y sin más nada que lo cubriera que no fuesen un cielo azul y claro o un manto estrellado. La función del estanque se enfocaba principalmente para regar lo que hubiera que regar en aquella zona. Por lo que, entre los pocos productos químicos que pillaba para mantener el agua y estar más libre que el viento del desierto, las aguas estaban de todo menos límpidas. Pero, como ya hemos dicho otras veces, a estas edades uno solo ve lo que quiere ver, y esto era que el agua estaba fenómena para un chapuzón, sobre todo, si el camino se había hecho a pie, y sabiendo además, que contaríamos con la compañía de aquellos gigantescos y graciosos bichitos con patas largas que tanto gustan de estas aguas: los zapateros. 


*** Seguramente fue de paso para inaugurar el pantano de Colomera. 


**** Nuestro amigo era propenso a los sarpullidos, no solo provocados por el saber de la presencia allí del dictador inmortalizado en aquel momento particular, sino también por la pelusilla de los melocotones. 


***** Detalle a no olvidar: Girar de nuevo la foto cuando nos marchemos. Un día el padre de Dori llegó sin esperarlo, y entró en la cocina, cuando Llado dio un respingo: "¡la foto!". Todos aguantamos la respiración y esperamos a ver si se oía algún exabrupto desde el interior, pero no. El hombre no se dio cuenta, ¡Uuf, menos mal!